Por los desgraciados
Indigno es de sufrir el navegante
que se tiembla cuando ruge la tormenta
y se esconde del rayo resonante,
indigno es de la lid quien se amedrenta
cuando en el campo se desata el fuego
que de los más audaces se alimenta.
Mi madre es la desgracia; pero niego
mi parentesco con aquel cobarde
que agota, si padece, lloro y ruego.
Debemos de dormir temprano o tarde
y entre tanto es placer, es una gloria,
de una alma desdeñosa hacer alarde.
Por eso el pueblo es digno de la historia.
Yo lo he visto sangriento y derrotado
entregarse al festín de la victoria.
En vano el invasor lo ha encadenado;
la muerte en vano por su frente gira;
no descubre un caudillo ni un soldado:
En oscura prisión tal vez se mira;
se extingue de la tumba en el ambiente;
y allí lo alumbra su esperanza y su ira.
¿Quién ha postrado su soberbia frente?
¿Ni quien resiste su mirada fiera?
El contrario estandarte, omnipotente
allá en la Europa, para allá volviera;
y desde el Golfo contempló en el cielo
manto del sol brillar nuestra bandera.
¿Y seremos nosotros el modelo
de los humanos débiles? Un día,
nos dispersamos con incierto vuelo
tras los caprichos de la suerte impía,
desde aqueste edificio venerable
que de nido amoroso nos servía.
¡Fortuna, y gloria al hombre que se precia
de respeto infundir hasta a la muerte!
Dios, por invulnerable, la desprecia;
y, por su dignidad, el varón fuerte.
que se tiembla cuando ruge la tormenta
y se esconde del rayo resonante,
indigno es de la lid quien se amedrenta
cuando en el campo se desata el fuego
que de los más audaces se alimenta.
Mi madre es la desgracia; pero niego
mi parentesco con aquel cobarde
que agota, si padece, lloro y ruego.
Debemos de dormir temprano o tarde
y entre tanto es placer, es una gloria,
de una alma desdeñosa hacer alarde.
Por eso el pueblo es digno de la historia.
Yo lo he visto sangriento y derrotado
entregarse al festín de la victoria.
En vano el invasor lo ha encadenado;
la muerte en vano por su frente gira;
no descubre un caudillo ni un soldado:
En oscura prisión tal vez se mira;
se extingue de la tumba en el ambiente;
y allí lo alumbra su esperanza y su ira.
¿Quién ha postrado su soberbia frente?
¿Ni quien resiste su mirada fiera?
El contrario estandarte, omnipotente
allá en la Europa, para allá volviera;
y desde el Golfo contempló en el cielo
manto del sol brillar nuestra bandera.
¿Y seremos nosotros el modelo
de los humanos débiles? Un día,
nos dispersamos con incierto vuelo
tras los caprichos de la suerte impía,
desde aqueste edificio venerable
que de nido amoroso nos servía.
¡Fortuna, y gloria al hombre que se precia
de respeto infundir hasta a la muerte!
Dios, por invulnerable, la desprecia;
y, por su dignidad, el varón fuerte.
Por Ignacio Ramírez
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